Los flipados del volante

Esta mañana ha llegado mi padre y me ha explicado que al salir de la piscina, a eso de las ocho, no había mucho movimiento por la calle. Ha ido a buscar el coche y cuando se disponía a cruzar para la acera de enfrente por un paso de peatones, ha visto que subía un coche pero que ponía el intermitente para girar por la calle que hay justo antes de llegar al paso de peatones. Cuando se ha dispuesto a cruzar ha aparecido un coche a toda hostia por detrás del que iba a girar y lo ha adelantado por encima del paso de peatones. Si a mi padre no le da por parar se lo lleva por delante.

A veces pienso que estos cabrones, porque no tienen otro nombre, que se creen dioses del volante pero que en realidad no son más que unos pobres desgraciados con vidas vacías y frustrados sexuales, cuyo único tema de conversación son los coches, velocidad, radares, gepeeses y todas esa mierda. Creo que no se merecen menos que garrote vil. A mi personalmente a parte de asco me dan mucha risa. Son patéticos, ridículos, horteras, inútiles, incultos, mentirosos y exagerados. Sus trabajos siempre suelen ser cargos sin ningún tipo de responsabilidad como mozos de almacen, peones, trabajadores de una cadena de montaje, cajeros de supermercados y a lo sumo los que rodean a los profesionales de la construcción pero que nunca subirán de rango. Sus sueldos se los gastan en cosas inservibles para disfrazar y mejorar, según ellos, sus coches. Claro reflejo de su frustración. Mejorar el coche porque ellos no pueden mejorar por mucho que quieran.

Aunque parezca que exagero no es así. Esto es un patrón y a poco que observemos a uno nos damos cuenta de que todos son idénticos, no falla.
Después está el cerebro, o mejor dicho el fallo neurológico que caracteriza a estos especimenes. Fallo que les lleva a cometer ciertos actos y para el que todavía no se ha encontrado cura alguna. En esencia todo esto lo hacen para impresionar y sentirse alguien porque en los demás aspectos de la vida no son nadie. Por eso lo mejor es ni mirarlos. Hacer que se sientan como un cero a la izquierda, eso es lo único que los puede llegar a parar.

En el fondo son niños. Niños de entre veinte y treinta años con unos cuantos euros en el bolsillo y sin ninguna responsabilidad. Viven con sus papás y no tienen ningún gasto que hacer excepto el coche. Ausencia de problemas, eso es lo que tienen.

Esta mañana, mientras estaba trabajando, escuché un ruido de motor muy revolucionado, por lo menos a cinco mil revoluciones. Salí a fuera extrañado por el ruido y vi una nube de polvo, y tras un derrape de cinco segundos, apareció un be eme uve rojo nuevecito, no más de un año, con dos especímenes dentro riendo y, como no, fumando. Por lo que me dio tiempo a ver y a oír puedo decir que se trataba de dos criaturas que rondarían los veinticinco años, calzaban ropa cara y eran de esos tipos que usan la gorra hasta para cagar. Gorra y gorrito de lana como prenda de vestir. Llevaban puesta una música que se imponía al ruido del motor, tarea nada fácil, y era un constante alterne entre bombos y charles digitalizados sobre la base de un pitido estridente y con un compás muy rápido. Perfecto para acompañarlo de LSD, ácido, éxtasis, rápido, ritalin, efedra o algun que otro alucinógeno o estimulante.

Pues bien, salieron de la empresa de al lado como he dicho, derrapando con culeos del coche hacia la izquierda y la derecha y los dos riendo y moviendo la cabeza al ritmo vertiginoso de ese dance hardcore o como mierda le llamen. Detrás dejaron una gran polvareda y a varios observadores comentando su pericia al volante. Y a otros, como yo, pensando que por qué no les pasa nunca nada a los imbéciles como estos y en cambio a los buenos siempre les pasa todo lo malo.

Pienso que a la gente así alguien tendría que hacerles ver que no son fabulosos al volante, la prueba más clara está en que no se ganan la vida siendo pilotos porque les falta lo más importante para poder serlo: EL CEREBRO.